Familiares y colegas recuerdan a Manuel Bellosillo como un cristiano afectuoso y consagrado.
Leomel Jezter Plaza Bellosillo —LJ para su familia— era el hijo adolescente de un matrimonio misionero originario de las Filipinas que vivía en Botswana a mediados de la década del 2000. Como hijo menor de Manuel y Elma Bellosillo, LJ se preparaba para asistir a una institución adventista con internado, Maxwell Adventist Academy, en Kenia. Sus tres hermanas ya habían dejado el hogar para ir a estudiar, pero como él era el último, sentía un poco de aprensión.
Entonces su padre se acercó para hablar con él.
“Hijo, quiero darte un número al que puedes llamar en cualquier momento que necesites”, le dijo su padre, médico de profesión. “Lleva este papel contigo”. Antes de que los celulares y las videollamadas se convirtiesen en formas comunes de comunicación, parecía raro que su padre le dijera eso, recordó LJ.
Cuando LJ abrió el trozo de papel, vio que decía “J333”. ¡Qué número tan raro! pensó. Pero luego su padre añadió: “LJ, ese número se encuentra en la Biblia. Se refiere a Jeremías 33:3, que dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” ”, le dijo su papá. “Es un número al que puedes llamar siempre que necesites, hijo”.
Esta experiencia fue una de las tantas que los familiares y colegas compartieron durante una ceremonia especial de tres horas dedicada a honrar la vida de Manuel Bellosillo, un médico misionero adventista filipino que murió de COVID-19 a los 67 años, mientras servía en Camerún.
A través de Zoom, la ceremonia en memoria de Bellosillo, primer misionero adventista de ultramar en servicio activo que muriese de COVID-19, conectó 140 hogares y oficinas de todos los continentes y zonas horarias el 16 de agosto. Los momentos especiales de recuerdos y reflexiones resaltaron el cuidado y compromiso de Bellosillo a lo largo de toda su vida, hasta el final.
“Mi papá no solamente nos decía que tuviésemos fe”, dijo LJ. “Veíamos en su vida que él la tenía. Él vivía lo que decía. Este es el verdadero legado que nos dejó”.
En la oración de apertura, el director del Ministerio de Salud y Temperancia de la IASD, Peter Landless, coincidió con lo expresado por LJ. “Estamos aquí para celebrar la vida de un héroe: un hijo, colega, esposo, padre y abuelo amado”, expresó. “Fue una vida empleada en el servicio a un mundo quebrantado, por el cual pagó el precio máximo”.
Saw Samuel, presidente de la División de Asia Pacífico Sur, dijo: “Nuestras palabras de gratitud no alcanzarán para expresar cuán agradecidos estamos por su servicio”, y leyó 1 Corintios 15:58, un versículo de la Biblia que, según él, ejemplifica la vida de servicio de Bellosillo. Dice así: “Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (NVI).
En un mensaje de video, el presidente de la IASD, el pastor Ted N. C. Wilson, expresó “las más profundas condolencias y simpatías” a la afligida familia.
“Este es un golpe para muchos de los que han conocido al doctor Bellosillo y han sido tocados por su vida de servicio”, expresó el pastor Wilson. “Le pediremos al Señor que les brinde ánimo y consuelo; el ánimo y el consuelo que solo pueden venir desde el trono del cielo. [Esto] nos ayudará a recordar los actos de bondad cristiana del doctor Bellosillo. En el cielo habrá muchas personas que estarán allí gracias al servicio de esta familia”, declaró.
Una vida de servicio
Manuel Beldia Bellosillo nació el 18 de febrero de 1953 en el hogar de Silvester Burata Bellosillo, padre, y Victoria B. Bellosillo, maestros de escuela primaria en Pontevedra, una ciudad costera de la provincia Capiz, en la zona centro del país, ubicada a unos 600 kilómetros al sureste de Manila, la capital filipina. Siendo el mayor de cinco hijos, Manuel asumió con seriedad un rol de responsabilidad desde su juventud. Cuidaba a sus hermanos y ayudaba en un lavadero y en un servicio de entrega de huevos, para contribuir con un ingreso adicional.
Después de obtener un título universitario en Biología, Manuel Bellosillo fue admitido en la Facultad de Medicina de la Universidad Southwestern en Cebú, Filipinas. Allí le hizo frente a los desafíos con su determinación característica. Sus gastos personales eran mínimos, a fin de cubrir el costo de los aranceles. Algunas semanas, sus comidas consistían en sopas hechas de un solo cubo de caldo, ocasionalmente acompañadas por un huevo hervido. Igualmente, no podía adquirir los libros de texto, así que los tomaba prestados de sus compañeros. Durante las vacaciones, los pedía prestados para poder estudiar con anticipación para las clases futuras. Sus familiares comentaron que Dios le había dado una memoria prodigiosa que lo capacitaba para retener suficiente información a partir de lo que leía y así obtenía buenas calificaciones incluso sin tener acceso completo a todos los libros de texto obligatorios.
Este hábito de aprovechar las oportunidades que Dios le daba acompañó a Bellosillo durante su carrera. Durante los permisos de viaje que le otorgaban para regresar a Filipinas, mientras se desempeñaba como misionero, se sumergía por un mes en el estudio, en el centro médico adventista de Manila. Un año se concentró en Cirugía, otro en Oftalmología, y así sucesivamente. De esta forma, adquirió experiencia para servir mejor a sus pacientes en el campo misionero.
En sus primeros años después de graduarse, Bellosillo trabajó en el Hospital Adventista de Calbayog en la ciudad de Calbayog, en la provincia filipina de Samar, donde conoció y más tarde se casó con su esposa, Elma, una tecnóloga médica y contadora. Luego trabajó en el Hospital Adventista de Palawan, en Puerto Princesa, en la provincia filipina de Palawan. Después de recibir la confirmación por parte de la Academia Filipina de Médicos de Familia como médico de familia certificado, en febrero de 1994, él y su familia aceptaron un llamado misionero a África.
Su vida como misionero de ultramar
Durante sus once años en Zambia, mientras servía en las aldeas que rodeaban a la comunidad del Hospital Adventista de Yuka, ubicado a 990 kilómetros al este de la capital nacional, Lusaka, la familia Bellosillo no tuvo televisión, señal de celular, ni acceso a internet. La estación radial local era su única fuente de información. Pero el aislamiento le permitió a la familia concentrarse de forma más marcada en las personas a quienes servían y entablar muchas amistades.
El doctor Bellosillo trabajaba largas horas y a menudo estaba de guardia día y noche, especialmente durante los años en que se desempeñó como único doctor en el hospital. A veces, dormía junto a un teléfono fijo en la sala de su casa para responder rápidamente a las llamadas que lo llevaban de regreso al hospital. Aun así, él y su familia recordaban esa época con cariño, gracias a la cantidad de amigos que hicieron. Bellosillo había expresado su deseo de regresar a trabajar allí otro período antes de jubilarse.
Después de Zambia, Bellosillo aceptó un cargo en el Hospital Adventista de Kanye, en Botswana, donde trabajó desde 2004 a 2007. Durante los siguientes cinco años trabajó en el Hospital Adventista Scheer Memorial en Banepa, Nepal. Luego regresó a África para trabajar por dos años en el Hospital Adventista de Batouri, en Batouri, Camerún, cargo que mantuvo desde 2014 hasta su enfermedad en 2020. Estaba programado que su período de trabajo como misionero en aquel hospital terminara en el 2020.
La familia contó que, sin importar dónde trabajara, Bellosillo animaba a sus pacientes a leer la Biblia y a estar preparados para la pronta venida de Jesús. También se desempeñaba como anciano de iglesia y maestro de Escuela Sabática y organizaba programas de alcance misionero.
Bellosillo contrajo malaria a principios de mayo de 2020 y nuevamente, por segunda vez, a fin de mayo. Un análisis médico posterior, realizado el 7 de junio, reveló que también tenía COVID-19. Falleció el 17 de junio.
Cómo lo recuerdan
Hubo un común denominador en la mayoría de los recuerdos que los familiares y colegas compartieron durante la ceremonia virtual de conmemoración el 16 de agosto. Hicieron énfasis en el compromiso de Bellosillo con el servicio semejante al de Cristo y en su profunda convicción con relación a la pronta segunda venida de Jesús.
“Estoy agradecido a Dios por haberme dado un hijo dedicado al servicio a los demás”, expresó Silvestre, el padre de Manuel, de 93 años, en una carta que fue leída por uno de sus nietos. “Ha terminado la carrera y ha dejado un legado que no se ve interrumpido por la muerte, sino que se transmite a sus hijos. No me resulta fácil despedirme de mi querido hijo, pero sé que esto es temporal”.
Brenda Bellosillo, casada con el hermano menor de Manuel, Silue, reconoció que la pandemia ha dejado un espacio vacío en la familia, pero resaltó que Manuel nunca olvidaba darles consejos espirituales.
“En mayo, me envió un mensaje que decía: ‘La venida del Señor está muy, muy cercana. En caso de que no podamos vernos otra vez, consuela a la familia. Nos veremos en el cielo otra vez’ ”, compartió Brenda.
El hermano de Manuel, Sem Bellosillo, remarcó la esperanza que él mostraba. Según lo expresó, es una fe que lo anima a mantenerse fiel. “Sabemos cómo termina la historia”, dijo. “Seré fiel para que en el cielo podamos encontrarnos otra vez, en la mañana de la resurrección”.
Illoza Joy Bellosillo-Palacol, hija del doctor Manuel, lo recordó como padre. “A veces no nos salvábamos de la vara, pero otras veces se sentaba y nos hablaba. Para el final, siempre sabíamos que habíamos sido perdonados. Y cuando nos enfermábamos nunca teníamos miedo, porque sabíamos que teníamos un médico personal”.
Bellosillo-Palacol, también médica, tuvo su primer bebé —que hubiese sido el primer nieto de Manuel Bellosillo— el 15 de agosto. Mencionó que ella y sus hermanos, cuando estudiaban, solo veían a sus padres ocasionalmente. “Pero de cerca o lejos, él solía compartir sus consejos sobre la vida y la medicina. Siempre nos decía que estuviéramos listos para la segunda venida, que estudiáramos mucho y oráramos. Sabíamos que a pesar de su ausencia, nuestros padres estaban corriendo una maratón de oración por nosotros”.
Si bien Bellosillo-Palacol reconoció que sus oraciones no recibieron la respuesta que esperaban, la familia permanence confiada en que este no es el fin.
“Como mi padre solía decir: ‘Ustedes están en el oriente, nosotros estamos en África; nos encontraremos en el aire’ ”, compartió. “[Mi papá] confió en Dios con su vida hasta el mismo final, y eso nos llena de esperanza. Él no temía perder su vida en esta tierra, porque la había rendido a Dios”.
Elma, la esposa del doctor Manuel, compartió que su esposo, a quien describió como “amoroso y atento”, siempre hablaba sobre la importancia de la fidelidad hasta el fin. “Solía decirme: ‘Si alguno de los dos fuera al descanso, deberíamos permanecer fieles y deberíamos vivir una vida que lleve a otras personas a la búsqueda de la verdad’ ”.
Aunque reconoció que desearía que su esposo aún estuviera con ella, sabe que Dios un día los ayudará a entender. “Lo extrañaremos, pero sabemos que el Señor nos ayudará a mis hijos y a mí a seguir con nuestras vidas”, expresó.
La información biográfica contenida en este artículo es una adaptación de la historia de las noticias, escrita por Teresa Costello y Leomel Jezter Plaza Bellosillo y publicada por Adventist Mission.