Nunca hubo un momento más crucial para tomarse un “sábado digital”.
La fatiga de las videollamadas es algo a lo que no muchas personas se habían enfrentado realmente antes de que llegara la cuarentena de 2020. Según un artículo del Foro Económico Mundial1, los usuarios de videoconferencias se quejan de cansancio y se sienten agotados y fatigados, aunque ya no están trabajando en la oficina.
El mismo artículo sugiere un par de razones por las que esto podría estar sucediendo. En primer lugar, hay conciencia y auto percepción aumentadas; al verse en la pantalla, son más conscientes de cómo se ven y cómo se oyen… constantemente. Otra razón sugerida es que el intento por procesar la comunicación no verbal requiere mucho mayor esfuerzo en esas pequeñas pantallas que en la vida real.
Durante un tiempo, la videoconferencia fue la única forma de “ver” a la familia y a los amigos, de tener cultos y grupos pequeños, y de hacer que los negocios funcionaran. Pero también ha significado que las pantallas dominen nuestras vidas aun más que antes. El imperio de las pantallas nos ha ganado y hemos perdido interacciones interpersonales.
Más que nunca, a medida que los espacios digitales se convierten en los únicos espacios en los que interactuamos, trabajamos y asistimos a la iglesia, puede ser valioso tomarse un sábado digital. Necesitamos encontrar maneras para desintoxicarnos y disminuir nuestro consumo rápido, y a la vez seguir usando las plataformas disponibles para presentar a Jesús a un mundo moderno de ritmo acelerado que necesita conocerlo más que nunca.
En este mundo de permanente conexión, quizás es hora de dejar de lado el teléfono durante las horas del sábado. Lo he probado antes y creo que es hora de hacerlo otra vez.
Tengo un bol de madera tallada con la forma de una piña. Tiene el tamaño apropiado como para que entre mi teléfono y quizás uno o dos más. La llamo “la piña del poder”. Encierra mi teléfono durante las horas sabáticas. Incluso lo dejo en casa cuando voy a la iglesia. Siento que es liberador no tener acceso a él durante todo el día. Pero es difícil. Siempre quiero agarrarlo, siento su ausencia e intencionalmente tengo que hacer otras cosas para calmar el aburrimiento.
El sábado digital puede ayudar, pero no es una herramienta mágica que soluciona todo. Simplemente muestra que necesitamos más espacio y tiempo para conexiones más profundas.
Rebecca Rosen, en su artículo para The Atlantic, titulado “We Don’t Need a Digital Sabbath, We Need More Time”2 [No necesitamos un sábado digital. Necesitamos más tiempo], lo expresa de la siguiente manera:
“Necesitamos darnos cuenta de que la esencia de nuestro deseo por el sábado no radica en una necesidad de escapar de las pantallas titilantes de nuestro mundo electrónico, sino de las formas en que el trabajo y otras obligaciones se han introducido en nuestras vidas y relaciones”.
En una época donde hemos visto la utilidad de la tecnología para el ministerio y la conexión, no podemos obsesionarnos con ella ni desentendernos por completo. No podemos considerarla como una maldición o una bendición, sino que deberíamos verla como una herramienta neutral; lo que cuenta es cómo la usamos y para qué. He sido bendecido al poder usar videollamadas para comunicarme con mis padres, a menudo durante las horas del sábado de esta cuarentena, para que pudieran ver a su nueva nieta (el único contacto que han tenido).
Pero necesitamos examinar nuestras costumbres.
En el Pacífico, donde se han esparcido los teléfonos inteligentes, a medida que los datos mejoran y la tentación de deslizar interminablemente nuestros dedos por las pantallas se ha hecho más habitual, cabe la posibilidad de que la iglesia saque ventaja de la curva y ayude a los miembros a cultivar hábitos de conexión saludables. Hay algunos ministerios innovadores de alcance que se están dando por medio de mensajes de texto, y unos videos de evangelismo de un joven fiyiano recientemente se hicieron virales en Facebook. Así que no me refiero a reglas legalistas de lo que podemos hacer o no en sábado, ni estoy descartando la tecnología por completo, sino evaluando formas de usar el espacio digital de la manera más efectiva.
Recibo mucho contenido edificante y espiritual en mis diversas plataformas de redes sociales.
A medida que la Iglesia Adventista comienza a salir de la cuarentena y al estar tan apoyados en la tecnología, necesitamos encontrar un equilibrio. Hay oportunidades maravillosas de ministerio virtual, a la vez que hay distracciones y peligros. Como cristianos, debemos navegar el espacio digital, incluso si necesitamos desintoxicarnos un tiempo para llegar a ser discípulos virtuales más eficaces.
1. Harry Kretchmer, “Why ‘Video Call Fatigue’ Might Be Making You Tired During Lockdown- and How to Beat It” [Por qué la ‘fatiga de la videollamada’ puede estar cansándote durante la cuarentena y cómo combatirla], Foro Económico Mundial, 6 de mayo de 2020, https://www.weforum.org/agenda/2020/05/zoom-fatigue-video-conferencing-coronavirus/.
2. Rebecca J. Rosen, “We Don´t Need a Digital Sabbath, We Need More Time”, The Atlantic, 13 de febrero de 2012, https://www.theatlantic.com/technology/archive/2012/02/we-dont-need-a-digital-sabbath-we-need-more-time/252317/.
La versión original de esta historia fue publicada por Adventist Record.