Usemos medios simples para obtener resultados milagrosos
Fue maravilloso y espectacular; motivo de gran entusiasmo. Los ángeles observaron admirados cuando «por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca […]. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33:6-9).
Dios, nuestro Creador, trajo el universo a la existencia y creó al mundo por su palabra. Pero sus manos tocaron la tierra, y «Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra» a su imagen (Gén. 2:7).
Dios no es solo el Creador sino también un innovador: el Innovador por excelencia. Por definición, innovación es «una idea nueva, pensamientos creativos, nuevas imaginaciones ya sea de dispositivos o métodos». Ser innovador es ser creativo: tener la capacidad de pensar de manera original. Es lo que se necesitó para salvar a la humanidad una vez que caímos en las manos de Satanás.
El enemigo estaba seguro de haber triunfado cuando Adán y Eva sucumbieron a su maligna tentación. Estaba seguro de que la raza humana quedaría atrapada para siempre en sus garras malvadas.
Mucho antes, sin embargo, en su sabiduría y previsión infinitas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habían desarrollado un plan innovador para salvar al mundo (véase Zac. 6:13). Ese plan entró en acción cuando, bajo instrucciones divinas, Adán degolló el primer cordero como sacrificio que anunciaba al Salvador venidero.
Métodos innovadores
A lo largo de la historia, Dios ha usado continuamente métodos innovadores para cumplir sus propósitos. Cuando la tierra se llenó de maldad, en lugar de destruir a la humanidad, le dijo a Noé que construyera un arca –algo que nunca antes había hecho– para salvar del diluvio venidero a todo el que así lo deseara.
Cuando la maldad comenzó a incrementarse otra vez, Dios volvió a intervenir: creó múltiples idiomas, lo que hizo que las personas se esparcieran por toda la tierra.
Para garantizar que su plan de salvación siguiera adelante, Dios le prometió a Abraham que por su medio levantaría una nación, aun cuando el patriarca estaba «ya casi muerto» (Heb. 11:12). Cuando Abraham y Sara decidieron innovar por afuera del plan divino, los resultados fueron desastrosos. Cuando sin embargo permitieron que Dios obrara, el éxito los acompañó.
Cuando nueve hijos de Jacob, llenos de odio y celos, vendieron a su hermano menor José como esclavo, el plan innovador de Dios tomó lo planificado para el mal y lo transformó en algo bueno (véase Gén. 50:20). Años después, cuando un nuevo faraón buscó aniquilar al pueblo de Dios, el Señor intervino mediante un medio innovador pero simple: un bebé en una canasta flotante.
La lista continua: agua de una roca; muros que cayeron con solo marchar a su alrededor; un gigante derrotado con una piedra y una honda; un profeta alimentado por cuervos; la lepra de un oficial militar que se curó al sumergirse en aguas lodosas; un rey poderoso que se convirtió después de siete años de deambular como las bestias. Estos son algunos de los maravillosos métodos de Dios.
La máxima innovación
Entonces llegó la máxima innovación: Un bebé, en un humilde pesebre, más tarde clavado en una cruz para salvar a la raza humana que no lo conoció.
«A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron» (Juan 1:11). Pero alabado sea Dios, el pasaje continúa: «Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón,
sino de Dios» (vers. 12, 13).
Mediante el nuevo nacimiento ofrecido en el plan innovador de Dios, él promete darnos el poder de llegar a ser «hijos de Dios». ¡Maravilloso!
Antes de ascender al cielo, Jesús prometió a sus discípulos el don del Espíritu Santo, y el poder de ser testigos «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (Hech. 1:8). Una vez que recibieron ese don, los seguidores de Cristo «trastornaron» el mundo (Hech. 17:6).
Métodos para el presente
Dios aún sigue trabajando innovadoramente. A veces de manera espectacular, pero a menudo con métodos muy simples: un llamado a la puerta, una sonrisa auténtica, una mano sanadora, una comida caliente, un mensaje de amor, un estudio bíblico interesante, una conversación profunda, un oído atento. Los medios de Dios son ilimitados. El único límite que él tiene es nuestra disposición de ser sus manos y sus pies, de ir y hacer «discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que [nos ha] mandado.» Y nos dice: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28:19, 20).
Al buscar maneras efectivas de alcanzar a las personas para Cristo, resulta alentador notar este consejo dado por Elena White:
«No es necesario que alguien se esfuerce por lograr que lo que procede de su mente sea por entero diferente de lo que sale de la mente de otra persona. Pero debe ir en la dirección que el Espíritu del Señor señale; entonces habrá diferentes ilustraciones y distintas formas de presentación que interesarán e instruirán a diversas mentes».1
«Algunos siempre están tratando de presentar sus hallazgos en forma original. Esto los coloca en grave peligro. Producen algo nuevo que no concuerda con la Palabra de Dios, y carecen del discernimiento necesario para ver el verdadero mal que resulta de su ambición de sobrepasar a otros en la producción de cosas nuevas y extrañas. Así es como el error llega a parecerles verdad, y lo presentan como una nueva luz maravillosa, cuando solo se trata de una innovación que invalida el “Así dice el Señor”».
«Que todo caiga bajo la influencia controladora del Espíritu Santo de Dios. Bajo la dirección del Espíritu Santo, alguien puede emplear las mismas expresiones usadas por un compañero en la obra, motivado por la misma dirección. No debiera realizar un esfuerzo para hacerlo, o para dejar de hacerlo, sino que debe permitir que el Espíritu Santo obre sobre la mente. Hay una cosa que todos debieran hacer: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” [Efesios 4:3]».2 La capacidad de crear, de innovar, es un don maravilloso que Dios nos ha dado. Ilustra un aspecto importante de lo que significa ser «creados a imagen de Dios». Cuando ese maravilloso don se somete a la conducción del Espíritu Santo, no hay límites a lo que Dios puede hacer y hará por medio de su iglesia con la participación total de los miembros en estos últimos días de la historia de la tierra.
1Elena White, El ministerio de las publicaciones (Doral, Fl.: Asoc. Publicadora Interamericana, 1997), p. 111.
2Ibíd., p. 113.