Después de una serie de consultas y momentos de reflexión, la División Transeuropea dio a conocer el siguiente pedido de disculpa el lunes 16 de diciembre de 2019.
Este año marcó el nonagésimo aniversario de la formación de la División Trans Europea como región de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Establecida inicialmente como la División del Norte de Europa, ha pasado por varias reconfiguraciones a lo largo de los años. Aunque en sus inicios fue una unidad de base mayoritariamente escandinava y de las Islas Británicas, ha crecido hasta abarcar países en Europa central y sudeste y, a lo largo de las décadas, tuvo un impacto misionero específico en África Occidental, Pakistán y Oriente Medio.
Aunque la herencia de nuestra División era europea, el don de la misión de nuestros primeros pioneros hasta el presente nos ha llevado a ser una entidad altamente multicultural y diversa, compuesta por 22 países con una multitud aún más grande de culturas, cada una con su riqueza, que tiene que ser valorada y tiene que reflejarse en nuestras congregaciones.
Sin embargo, resulta triste que a menudo, la creciente diversidad no ha llevado a una riqueza de unidad, o necesariamente de comprensión.
Al haber celebrado el hito de noventa años de historia de actividad comunitaria y misionera en medio de las dificultades de dos guerras mundiales, conflictos regionales, y la persecución de la era comunista, notamos otras partes de nuestra historia, por las cuales expresamos nuestras sinceras disculpas. Reconocemos que sesgos inconscientes, ignorancia, prejuicio, temores humanos, resentimientos y sospechas han afectado a la iglesia, y más específicamente dentro de la Unión-Asociación Británica.
Al comentar sobre esas cuestiones, Elena White fue clara: «Esto apena el corazón de Cristo». Y expresó: «Tenemos el mismo Padre celestial y el mismo Redentor, que nos amó y se dio a sí mismo por todos, sin distinción alguna». Entonces explicó: «Cuando el amor de Cristo es atesorado en el corazón como se debe […], no habrá casta, ni orgullo de nacionalidad; no se hará diferencia por el color de la piel». Y concluyó: «El color de la piel no es criterio para determinar el valor del alma […]. Dios nos ha tomado, a todas las clases, naciones y lenguas […], y nos ha traído a su taller, para prepararnos para su templo».*
Aunque no podemos volver a escribir la historia, como líderes de la División Trans Europea reconocemos que se llevaron a cabo acciones que no estuvieron en armonía con el ideal divino y pedimos disculpas por las fallas de la iglesia en ese sentido.
Al enfocarnos en la misión a través de la rica diversidad geográfica, cultural, histórica y constantemente cambiante de nuestra División, nos comprometemos a brindar un modelo de liderazgo que beneficie a todas las comunidades, más allá de su trasfondo, de exactamente la misma manera en que Jesús nos dio el ejemplo, ya sea con el importante Nicodemo, la rechazada samaritana, el despreciado mendigo ciego o Simón el fariseo. Esos ejemplos hallados en una serie de historias de los Evangelios llevan a la maravillosa oración de Jesús por la unidad que se encuentra en el capítulo 17 del Evangelio de Juan, para que todos sean uno, juntos y unidos, así como Jesús y el Padre son uno. Es algo que queremos tomar seriamente, que anhelamos y por lo cual nos esforzamos.
Aunque nuestro pedido de disculpa es sincero, reconocemos que con una disculpa no alcanza. Tenemos que trabajar con vigor y de manera deliberada para erradicar todo rastro de prejuicio e intolerancia que sigan existiendo. Junto con nuestros directivos, presidentes de campo y la Junta Directiva de la División, estamos efectuando una revisión de los reglamentos enfocándonos en el marco estratégico para los próximos cinco años, con el propósito de mejorar nuestro liderazgo y procesos de toma de decisiones.
Nuestra oración como líderes de la División Trans Europea es que los adventistas de este territorio puedan, en efecto, «ser uno», encarnando la unión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; de que estemos «cubiertos de amor» y estemos «juntos en perfecta unidad», mientras permitimos que Dios nos moldee en su taller, más allá de nuestra clase, raza, sexo, nacionalidad o idioma, para que, juntos, podamos lograr la misión que Cristo nos ha dado.
* Elena White a W.S. Hyatt, 15 de febrero de 1900.