Mis amigos me preguntan: «¿Dónde se encuentra Dios en esta pandemia?»
Es una pregunta válida, y deberíamos brindar una orientación que fortalezca la esperanza y la fe. La pregunta de la coexistencia de un Dios de amor en un mundo de sufrimiento y mal es compleja y difícil, pero en las Escrituras tenemos la suficiente orientación al respecto.
1. El conflicto cósmico: La presencia misma del bien y del mal, del orden y el desorden, la belleza y el caos señalan firmemente que una disonancia cósmica está separando el mundo en un conflicto de voluntades. Es la lucha de poderes por el control de una creación originalmente buena, entre un Dios de amor y un querubín caído que distorsiona el carácter de Dios y daña a su creación. El primero manifiesta su infinito amor por la creación, al tiempo que desenmascara los poderes del mal y obra para provocarle la derrota final (Isa. 14:12-15; Ez. 28:12-15). El conflicto revela cuán respetuosamente ve Dios la libertad de sus criaturas, aun cuando ellas escogieron rebelarse contra él. Todo mal en este mundo, lo que incluye la actual pandemia, no se origina en Dios sino en su adversario (cf. Mat. 13:28).
2. Responsabilidad humana: No siempre, pero a menudo, el alcance del mal en el mundo está conectado con la conducta humana. Dios designó a los humanos para que administraran este planeta (Gén. 1:26), y después de sumarse a la rebelión cósmica contra Dios, han contribuido a su deterioro (cf. Rom. 5:12). El COVID-19 nos ha vuelto conscientes de que lo que comemos y hacemos no solo puede amenazar la vida privada sino, en potencia, la de toda la raza humana. Deberíamos retornar a una mayordomía del planeta apropiada y respetuosa. Resulta tentador acusar a Dios por la situación actual pero, en gran medida, es resultado de nuestras acciones. Los seres humanos, mediante sus palabras, actitudes y acciones, causan la mayor parte del sufrimiento que experimentan otros seres humanos.
3. Dios está obrando: La realidad de Dios en la resolución de la pandemia es totalmente ignorada por los ateos y secularistas. Para ellos, la sabiduría humana y la comunidad científica hallarán una solución y la raza humana derrotará el COVID-19. Se da la impresión de que Dios no se encuentra directamente activo en la lucha contra el virus, sino que es un observador distante, dejando la derrota del enemigo en manos humanas. En realidad, Dios se involucra personalmente en el conflicto contra ese enemigo común. Coloca en los corazones humanos las expresiones de solidaridad con otros, que podemos observar en personas que llevan a cabo maravillosos actos de bondad por los demás (cf. Sant. 1:17). Los cristianos usan pasajes de la Biblia para alentar la perseverancia en la fe y consolar a los que sufren. Dios ayuda a los gobernantes, a pesar de sus intereses egoístas, para que desarrollen planes que contribuyan a aliviar el impacto económico y social de este virus maligno (cf. Rom. 13:1). Por sobre todo, Dios está involucrado directamente en el desarrollo de medicamentos que puedan tratar el virus y también obtener una vacuna. Dado que toda verdadera sabiduría proviene de Dios (Sant. 1:5), es correcto señalar que en medio del conflicto cósmico trabaja con científicos en los laboratorios, al ritmo de ellos y sin invalidar su conocimiento y capacidades, para derrotar al enemigo común. En otras palabras, Dios está obrando dentro de la comunidad científica para aliviar y superar el sufrimiento humano. Usa a todo el que esté dispuesto a luchar contra las fuerzas que oprimen a los seres humanos. Es algo que hizo de manera formidable en la cruz de Cristo, donde derrotó a todos los poderes del mal (Col 2:15). En el presente, aguardamos por la consumación final de esa victoria.
Ángel Manuel Rodríguez, fue director del Instituto de Investigaciones Bíblicas, ha sido pastor, profesor y teólogo.