Lo importante es que nos veían.
Nos mudamos a St. Albans, en el Reino Unido, desde Silver Spring en el este de los Estados Unidos, en julio de 2018.
La primera iglesia que visitamos varios sábados era hermosa y tenía amables encargados que nos abrían la puerta y nos sonreían al darnos el boletín. La congregación era multicultural. Los músicos eran talentosos. Los almuerzos en la iglesia eran deliciosos y estaban bien organizados. Nos invitaron a ellos y nos quedamos un par de veces, algo que disfrutamos mucho.
También visitamos una pequeña iglesia en Londres, donde mi esposo predicó un par de veces. Recibimos una cálida bienvenida, pero estaba a más de una hora de distancia, por lo que la descartamos como opción para todos los sábados.
La siguiente iglesia a donde fuimos tenía estacionamiento limitado, y en el templo hacía bastante calor. Los almuerzos estaban bien organizados, pero el espacio físico también era muy estrecho.
Lo que nos resultó diferente, sin embargo, fue un par de encargados de saludar a la entrada. Lo importante es que nos veían. No estaban tratando de que pasáramos rápido para seguir saludando a los que venían detrás de nosotros; tampoco hablaban entre sí mientras nos saludaban. No pasó mucho antes de que nos empezaron a saludar por nombre. Esa pequeña iglesia, atestada sábado tras sábado, estaba llena de energía y amistad. Como resultado de eso seguimos asistiendo; pasó a ser nuestra iglesia.
A veces mi esposo y yo somos los encargados de saludar. Mientras sostenemos las pesadas puertas de la iglesia apuntamos los nombres de las visitas y la razón por la que han llegado ese sábado.
He descubierto que al encargarme de saludar a los que llegan, puedo conocer y conectar a personas deseosas de brindar su ayuda a diversos ministerios. Siempre es beneficioso mostrar un rostro amigable y ser un instrumento de hospitalidad en nuestras congregaciones.
Sharon Tennyson es coordinadora de distribución de Adventist World