Los momentos de soledad pueden ser momentos que nos ayudan a renfocarnos en lo más importante.
Alistémonos para mayores desafíos y más grandes oportunidades
La experiencia de sentirse solo y aislado puede resultar devastadora. Para algunos, sin embargo, también puede ser una bendición, porque el silencio y la soledad pueden brindar sanación a nuestro corazón y prepararnos para tareas mayores.
«Nunca he sido tan feliz»
Chris Lewis es un exparacaidista británico que pasó por momentos difíciles después de jubilarse de su regimiento y la vida militar. Sin hogar y durmiendo en la calle o en automóviles, luchaba por adaptarse a la vida civil. Finalmente encontró ayuda y apoyo cuando se conectó con SSAFA, la organización benéfica de las Fuerzas Armadas Británicas.1
En agosto de 2017, partió desde Swansea con el propósito de caminar por toda la costa del Reino Unido y recaudar cien mil libras esterlinas (ciento veinticinco mil dólares) para la SSAFA como agradecimiento por la ayuda que le habían brindado. El 23 de marzo de 2020, cuando el Reino Unido implementó una cuarentena por el COVID-19, se encontraba caminando con su perro Jet en la isla principal de las Shetlands, donde dormía en una carpa. Para entonces, había caminado algo más de diecinueve mil kilómetros.
Dado que no tenía un hogar permanente en la isla y no podía aislarse en una carpa, el dueño de Hildasay, una pequeña isla cerca de las Shetlands, donde solo viven quince ovejas y miles de aves, le dio permiso para alojarse en la cabaña que había sido de un pastor de ovejas. Lewis se sintió agradecido, aunque la cabaña no tenía agua corriente, electricidad o calefacción. «Me ha dado realmente la oportunidad de disfrutar de la isla –dijo Lewis en un artículo para la BBC–. Pude reflexionar en mi caminata hasta el momento, dándome cuenta de que esto fue hecho para beneficiarme personalmente, y en la cantidad de personas maravillosas que hay aquí en el Reino Unido. Nunca he sido tan feliz».2
Hora de alistarse
Me pregunto cuántos de nosotros describiríamos los últimos cinco meses como lo hizo Lewis. Las órdenes de cuarentena, las directivas de aislamiento o las pautas de distanciamiento social han causado presiones emocionales que la mayoría de nosotros no conocía. Nos preguntamos cuándo podremos finalmente visitar y abrazar otra vez a un progenitor anciano, o a un nieto o amigo querido. A pesar de ello, los momentos de soledad pueden ser momentos que nos ayudan a renfocarnos en lo más importante, reordenar nuestras prioridades y reconocer los peligros y desafíos inherentes de nuestra vida saturada por los medios. Necesitamos silencio y soledad.
En las Escrituras, el silencio y la soledad a menudo preceden a momentos decisivos. Noé y su familia se sentaron durante siete días en el arca aguardando algo que jamás habían visto, sentido o experimentado. Las burlas desde afuera durante esos días tienen que haber sido ensordecedoras. Moisés pasó cuarenta años como pastor de ovejas en el desierto semiárido de la Península de Sinaí, preguntándose qué había planeado Dios para su vida. Jesús pasó cuarenta días en el desierto, expuesto a las tentaciones del gran engañador. No solo terminó en un lugar privado de toda presencia humana. La Biblia declara explícitamente que Jesús «fue llevado por el Espíritu al desierto» (Mat. 4:1). De alguna manera, los momentos de aislamiento y soledad nos ayudan a captar la visión de Dios.
Vivir en la presencia de Dios
En 1 Reyes 17:1-6 se cuenta la historia de cuando el profeta Elías fue al palacio del rey Acab en Samaria y declaró el veredicto del Señor: «¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga!» (vers. 1).
Entonces Elías corre y, siguiendo la orden divina, se esconde en el arroyo de Querit. No hay supermercados, ni opciones de compras en línea, ni FaceTime, WhatsApp, Skype o Zoom con la familia. Elías está completamente solo en el lecho de un arroyo estacional y es alimentado dos veces al día por cuervos. Su menú es sumamente lujoso. Las personas que vivían en la Edad de Hierro en Israel no comían carne y pan dos veces al día, con excepción, quizá, de la corte real. Dios atendió bien las necesidades físicas de Elías pero, ¿qué de sus necesidades emocionales?
Día tras día, Elías tenía que depender totalmente de Dios que a su vez era su audiencia cuando oraba y cuando cantaba. Dios escuchaban cuando lloraba y pensaba en esas personas a las que había sido llamado a servir. Dios aun escuchaba sus anhelos y pedidos silenciosos. El aislamiento nos fuerza a renfocarnos. Ante la ausencia de una relación normal, somos impulsados a vivir verdaderamente en la presencia constante de Dios.
La narrativa bíblica, no nos dice cuánto tiempo pasó Elías en el arroyo Querit. Sobre la base del contexto, creemos que fueron unos meses. Pero una mañana, el agua se ha secado y Dios habla una vez más. «Levántate, vete a Sarepta de Sidón y vive allí; ahí le he dado orden a una mujer viuda que te sustente» (1 Rey. 17:9).
Imaginen la reacción de Elías. Dios quería que fuera al lugar de donde provenía Jezabel, la esposa fenicia del rey Acab. Dios lo envió directamente a territorio de Baal. Elías obedeció a su Comandante en Jefe, y llegó a ser una bendición para una viuda, su hijo y los vecinos que vivían en Sarepta, que escucharon de la tinaja de harina y la vasija de aceite de oliva que jamás se terminaba. Todos fueron testigos de la resurrección del hijo de la viuda y, gracias a Elías, conocieron al Dios de Israel, cuyo dominio abarcaba toda la tierra y cuyo poder era ilimitado.
Dios usa momentos de aislamiento y soledad para prepararnos para desafíos más grandes y mayores oportunidades. Estos son los momentos en que se produce un crecimiento. Estos son los momentos en los que Dios logra hacer lo que solo él puede hacer para restaurar su imagen en nosotros. Cuando nos sentimos indefensos, aislados, solos y acaso hasta olvidados, se nos asegura que Dios tiene un plan mucho mayor.
Elena White parece describir esos momentos en los que somos llamados a enfocarnos en la presencia constante de Dios: «No hay nada al parecer tan débil, y no obstante tan invencible, como el alma que siente su insignificancia y confía por completo en los méritos del Salvador. Mediante la oración, el estudio de su Palabra y el creer que su presencia mora en el corazón, el más débil ser humano puede vincularse con el Cristo vivo, quien lo tendrá de la mano y nunca lo soltará».3
Los períodos de aislamiento y soledad pueden ser nuestra oportunidad de descubrir el toque firme de la mano invisible de Dios. Cuando lo reconocemos en nuestra vida, acaso terminemos encontrándonos en la plataforma de lanzamiento de algo más grande de lo que alguna vez soñamos.
2«Coronavirus: Ex-soldier self-isolating on “uninhabited” Hildasay». BBC News, 20 de abril de 2020, bbc.com/news/uk-scotland-north-east-orkney-shetland-52344025.
3Elena White, El ministerio de curación (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1959), p. 136.