Cómo ser un pensador creativo
Sin dudas más complejo que cualquier estructura conocida del universo, el cerebro humano es una obra maestra del poder creador de Dios. Cargado con más de un billón de células e impulsado por cien mil millones de neuronas palpitantes, es una obra de arte maleable, orientada a la libre elección y sin parangón, que hace uso de muchas más conexiones que las estrellas conocidas de la Vía Láctea. En verdad, «la mente es la capital del cuerpo».1
La obra de Dios es asombrosa y permanece como un destacado trasfondo de dos importantes preguntas de nuestra era: (1) ¿Puede la ciencia del cerebro ayudarnos a comprender la mecánica mental de lo que impulsa la innovación? y (2) ¿Será que las características de innovación solo se encuentran en ciertos individuos?
Nuevo enfoque del paradigma de innovación
El mundo se encuentra en la cúspide de la cuarta revolución industrial: una transformación profunda en la historia humana impulsada por cambios exponenciales a nuestra manera de vivir, trabajar y relacionarnos. Esto se debe a la adopción de tecnologías y tendencias revolucionarias como la Internet de las Cosas (IdC) y la inteligencia artificial (IA). Como resultado, la realidad que enfrentamos es que los individuos en cada ámbito tienen que innovar para sobrevivir.2 ¿Pero, qué significa innovar? ¿Quiénes deberían ser estos innovadores?
En el sinnúmero de posibles definiciones de innovación, se destaca una abarcadora que dice: «Innovación es el proceso de crear valor al aplicar soluciones novedosas a problemas significativos».3 La práctica de la innovación a menudo solo ha sido pensada como ámbito de un club exclusivo de pensadores revolucionarios que ha sacudido la inercia de una determinada industria. Como resultado, a menudo se han enfatizado los logros de innovadores y, en comparación, se le ha brindado escasa atención al pensamiento innovador mismo que apuntala la esencia misma de lo que significa idear y crear».4
En otras palabras, aprender cómo innovar es tan importante como aprender por qué necesitamos innovar, y aunque hay individuos que hallan su punto óptimo mental al generar «grandes ideas», lo cierto es que todos nosotros podemos aprender a innovar de diferentes maneras y aplicar ese pensamiento innovador para resolver problemas en la manera de practicar la misión, administrar una empresa y vivir la vida.
La necesidad de pensamiento creativo
Resulta interesante que las investigaciones sobre el cerebro han señalado que la creatividad es el combustible perfecto de la innovación. Por ejemplo, cuando los científicos estudiaron escaneos cerebrales de personas a las que se les pidió que desarrollaran usos ingeniosos para objetos de todos los días, hallaron que los pensadores más creativos activaron múltiples regiones del cerebro y no solo un área.5
Específicamente, se determinó que las regiones del cerebro fundamentales para crear ideas (por ejemplo, la memoria, la imaginación, la emoción y el pensamiento espontáneo) se vieron activadas en conjunción con regiones del cerebro que determinan qué estímulos merecen nuestra atención y el lóbulo frontal involucrado en la regulación de la cognición y la conducta. Esta sincronía cerebral disipa la creencia sostenida comúnmente sobre una distintiva dominación del hemisferio cerebral derecho sobre el izquierdo, en el pensamiento creativo. Enfatizan, en cambio, que la creatividad es un «emprendimiento de todo el cerebro».6 Como resultado, los que tienen conexiones funcionales más sólidas entre estas redes tienden a producir más ideas originales.7
La formación de estas conexiones más sólidas depende, en parte, de «despertar» los rasgos creativos que impulsan la innovación, como por ejemplo la curiosidad, el pensamiento abstracto, y la resolución de problemas (por nombrar unos pocos). Estos son rasgos que tienen casi todos. En efecto, investigaciones recientes han comenzado a descubrir que hay incluso un precursor del pensamiento creativo mismo: el pensamiento de la «inspiración».8 Resulta clave para esta noción, que la innovación rara vez es producto de un individuo que tiene inspiración, sino que más bien requiere de que múltiples individuos brinden nuevas perspectivas graduales para mejorar la idea original.9
Por ello, individual y colectivamente mediante la colaboración, todos podemos encender nuestros rasgos creativos que impulsan la innovación. En efecto, nuestro cerebro cambia a lo largo de la vida. Este hecho, que se denomina neuroplasticidad, queda claramente en evidencia por la simple observación diaria de que jamás dejamos de aprender. El pensamiento creativo está íntimamente vinculado con el aprendizaje, porque abarca el descubrimiento de conexiones neurales novedosas.
La joya de las herramientas del innovador
Por ello, ¿cómo podemos comenzar a desarrollar nuestros rasgos creativos? Un enfoque sería aprender de los muchos recursos en desarrollo que hay disponibles sobre el tema de pensamiento innovador. Aunque muchos de esos recursos son importantes, la herramienta más poderosa de la caja de herramientas del innovador es, creo yo, la Sagrada Escritura. En efecto, aunque la ciencia del cerebro aboga por el relativamente nuevo descubrimiento de la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de cambiar está arraigada en el diseño divino desde la creación: «No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Rom. 12:2).
De esto surge, por lo tanto, que si la inspiración es precursora del pensamiento creativo, y si el pensamiento creativo requiere la participación combinada de las funciones cognitivas ejecutivas del cerebro con las regiones asociadas con la memoria y la emoción, ¡qué mejor lugar para comenzar a despertar nuestro proceso de pensamiento creativo que con la Palabra de Dios, que inspira el pensamiento, fortalece el intelecto y remueve las profundidades mismas de nuestras emociones. Después de todo, dado que fuimos creados «a imagen de Dios» (Gén. 1:27), es lógico que mediante la inspiración de su Palabra, nuestro cerebro puede cambiar, encendiendo nuestra capacidad de crear e innovar. Elena White lo expresó de manera magnífica: «En la Palabra de Dios halla la mente temas de la más profunda meditación, las más sublimes aspiraciones».10
1Elena White, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Asoc. Publ. Interamericana, 2004), t. 3, p. 153.
2https://www.cipe.org/newsroom/innovation-as-a-necessity-for-survival/.
3https://digintent.com/what-is-innovation/
4V. Poirier et al., «Thoughts on Improving Innovation: What Are the Characteristics of Innovation and How Do We Cultivate Them?» Technology and Innovation, vol. 18, pp. 319-330.
5Harvard University, «The Creative Brain Is Wired Differently», ScienceDaily, Jan. 17, 2018, retrieved from www.sciencedaily.com/releases/2018/01/180117163954.htm.
6E. B. Roger et al., «Robust Prediction of Individual Creative Ability From Brain Functional Connectivity», Proceedings of the National Academy of Sciences (2018); 201713532
DOI: 10.1073/pnas.1713532115.
7Ibíd.
8Ibíd. Poirier.
9Ibíd.
10Elena White, Consejos para los maestros, padres y alumnos (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1971), p. 51.