Desde el comienzo del tiempo, Dios ha ofrecido a la humanidad su presencia como antídoto al temor.
Me encontraba en Filipinas, disfrutando de un almuerzo con amigos en un restaurante con vista a un hermoso lago con el cráter de un volcán inactivo en medio de él. De pronto, vimos que sobre el cráter se alzaba una pequeña nube de vapor que seguía creciendo. Nos dimos cuenta de que el volcán Taal acababa de despertar de su largo sueño. Para cuando llegamos a nuestra residencia, estaban lloviendo cenizas. En pocas horas, todo quedó cubierto por una gruesa capa de cenizas volcánicas.
Era el comienzo de una Semana de Oración titulada «Certeza bendita» en el Instituto Internacional Adventista de Estudios Avanzados. Terminó siendo una de las más memorables en las que alguna vez he participado.
Esta no ha sido por lejos la única crisis inesperada de 2020. Volcanes, tornados, la pandemia del coronavirus… ¡y todo esto tan solo en el primer trimestre del año! En momentos así, ¿cómo vivir sin corazones turbados? ¿Podemos experimentar la paz de Dios mientras enfrentamos volcanes, inundaciones, tornados, incendios, problemas emocionales y pandemias? Permítanme que comparta cuatro letras «P» que destacan quién es Dios y por qué podemos escoger la fe por sobre el temor.
Su Presencia
A lo largo de la historia, el pueblo de Dios ha enfrentado problemas infranqueables, pero no obstante, Dios ha repetido vez tras vez: «No temas porque yo estoy contigo» (Isa. 41:10, NVI). Desde el comienzo del tiempo, Dios ha ofrecido a la humanidad su presencia como antídoto al temor. Dios habló esas palabras reconfortantes a Abraham, Josué, David, Isaías y muchos otros personajes de la Biblia. A su pueblo le prometió su presencia hasta el mismo fin. Jesús mismo nos recuerda: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28:20). ¿Por qué es tan importante su presencia?
Su Poder
Su presencia no solo nos conforta, sino que es poderosa. Cuando el pueblo de Israel estaba acampado junto al Mar Rojo y vio que faraón y su ejército se acercaban sin dejarles lugar donde ocultarse, se sintieron aterrados. Pero Dios les aseguró, mediante Moisés, que actuaría con poder para liberarlos. «No temáis; estad firmes y ved la salvación que Jehová os dará hoy […]. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éx. 14:13, 14).
Este fue el mismo mensaje que el rey Josafat recibió siglos después al enfrentar una repentina y aterradora invasión (2 Crón. 20:17). A lo largo de la Biblia, vemos que la presencia poderosa de Dios brindó liberación a su pueblo, a su manera y a su tiempo. Muchas veces me pregunto qué habrá sido estar en la barca con Jesús en el Mar de Galilea, en medio de una tormenta repentina, y escuchar sus palabras: «¿Por qué tienen tanto miedo?» (Mat. 8:26, NVI), seguidas de una calma perfecta después de haber reprendido a los vientos y las olas. Imagino que los discípulos pensaron: ¡Realmente! ¿Por qué tuvimos miedo? ¡Jesús está con nosotros y él tiene poder sobre todo!
A pesar de ello, ¿cómo podemos tener la seguridad de su poderosa presencia con nosotros en todo momento?
Su Pasión
Muchos viven atemorizados, creyendo que tienen que hacer algo para merecer y ganar la presencia de Dios en su vida. La verdadera certeza, sin embargo, nos llega tan solo mediante su Pasión. Y no me refiero aquí al hecho de que Dios siente pasión por nosotros, si bien así es, o que siente compasión por nosotros, aunque sí la siente. Me refiero a la Pasión de Jesús, a su muerte en la cruz por cada uno de nosotros. Fue castigado por nuestros pecados para que tengamos vida eterna. Recibió lo que merecíamos para que podamos recibir lo que él se merece (cf. 2 Cor. 5:21). Pagó el precio de nuestra paz: «sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz» (Isa. 53:5, NVI).
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y Señor personal, nada –ningún problema, ninguna dificultad, ninguna catástrofe, ninguna enfermedad, ni siquiera la muerte– puede separarnos del amor de Dios por medio de Cristo (Rom. 8:31-39). Podemos vivir con la seguridad de su gracia y poderosa presencia con nosotros todos los días hasta el mismo fin. Podemos mostrarnos sin temor respecto del futuro porque conocemos al que ya nos dijo cómo termina la historia.
Su Promesa
«No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí […]. Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis» (Juan 14:1-3). ¡La bienaventurada esperanza de su promesa! Los discípulos habían recibido la mala noticia de que Jesús se estaba yendo, y de que en ese momento no podían seguirlo (Juan 13:33, 36). Obviamente, se sentían temerosos y ansiosos, porque el siguiente capítulo comienza con las palabras reconfortantes de Jesús: «No se turbe vuestro corazón». Sentían temor y angustia, pero Jesús les dio una razón para que no fuera así. Podían escoger la fe por sobre el temor y creer en él. Jesús tenía un plan. Pensaba ir a cumplirlo y regresar a buscarlos. Iba a prepararles un hogar.
Jesús sabía que sus discípulos experimentarían circunstancias difíciles. Pero los invitó a que creyeran en él, a que creyeran en la promesa de que regresaría a buscarlos y viviría con ellos por la eternidad.
Todo creyente en Jesús puede reclamar esta promesa, porque sabemos cómo termina la historia: ¡Jesús gana! Estaremos con él, para siempre. En el último libro de la Biblia, se nos recuerda que el antídoto contra el temor es el Cristo crucificado y resucitado. Él tiene las llaves de la muerte. Estuvo allí al comienzo y estará allí en el mismo fin: «No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno» (Apoc. 1:17, 18, NVI).
Entonces, ¿es posible enfrentar dificultades sin que se turbe nuestro corazón? ¿Pueden los seguidores de Jesús experimentar su paz mientras enfrentan volcanes, inundaciones, tornados, incendios, agitación emocional y pandemias? ¡Por supuesto que sí! ¿Por qué? Porque su presencia y su poder son asegurados mediante su Pasión a todos los que con ansias creen en su promesa.
La doctora Elizabeth Viera Talbot es oradora/directora del Instituto Bíblico Jesus 101, un ministerio de medios de la División Norteamericana, que busca ofrecer recursos de estudios bíblicos profundos, centrados en Cristo. Por información sobre este ministerio, ingrese a www.Jesus101.tv.