Nuestro lugar en este momento de la historia
¿Es nuestra iglesia tan solo una iglesia más? ¿Qué nos distingue del resto del cristianismo? ¿Qué justifica nuestra existencia?
Dios responde esas preguntas. Nos ve en el contexto del gran conflicto: «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2:9).
Esta declaración define nuestra identidad y propósito. ¿Pero no puede el resto del mundo cristiano afirmar lo mismo? En parte sí, pero no en su totalidad. Ese pequeño margen hace toda la diferencia.
LA DIFERENCIA
Somos una iglesia que presenta toda la verdad. Muchas iglesias llevan a las personas a Cristo. Pero si se excluyen las grandes verdades para esta hora, es un evangelio incompleto. La Biblia siempre debería ser presentada en forma completa. El engaño implica mezclar la verdad con el error y, más sutilmente, no decir toda la verdad. Podemos guardarnos de esto si repasamos los orígenes, la identidad, el mensaje, el compromiso y la misión desde nuestros hogares, púlpitos y salones de clase.
No somos simplemente otra iglesia. Somos el movimiento final que Dios levantó en un momento profético, con un mensaje profético centrado en Cristo y su gracia, para restaurar toda la verdad y preparar al mundo para su regreso.
«Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como pueblo especial, separado del mundo –escribió Elena White–. Con el gran instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y los ha relacionado consigo […]. Les ha encargado que proclamen al mundo la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya enviado alguna vez a los hombres».1
El apóstol Pablo dijo que la iglesia es «columna y defensa de la verdad» (1 Tim. 3:15). Por esa razón, Dios llamó a Israel (Deut. 7:6-9; 14:2; Isa. 60:1-3) para que fuera su pueblo especial. No les dejó elegir cómo vivir, adorar o evangelizar, sino que les dio instrucciones específicas.
Desafortunadamente, el Israel antiguo falló, pero el plan de Dios no. En el momento profético preciso, algo inmenso sucedió en el cielo. Fue algo «tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz»2: Dios abrió los libros. El mundo tenía que saber.
UN CERTIFICADO DE NACIMIENTO PROFÉTICO
Ese Dios levantó a un pueblo de en medio del chasco –profetizado por Jesús en su visión a Juan hace siglos (Apoc. 10:5-11)– a una encomienda sagrada: la de restaurar toda la luz de su verdad, presentando «en alta voz» los tres mensajes más solemnes de amor que fueron dados alguna vez (Apoc. 14:6-12).
Ese chasco fue el certificado de nacimiento del pueblo verdadero de Dios. Si la última iglesia no hubiera surgido de un chasco durante el momento profético después de estudiar las profecías de Daniel, no podría ser la iglesia verdadera. Cuando nuestros pioneros estudiaron con diligencia las Escrituras para discernir lo que había sucedido el 22 de octubre de 1844, se situaron por la fe allí donde Jesús estaba ministrando.
Poco después, Dios dio el don de profecía a su pueblo, definiendo así las dos características distinguidas del remanente del tiempo del fin: los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo, que es el espíritu de profecía (Apoc. 12:17; 19:10). Esos dos componentes aparecen juntos en las Escrituras, y definen al verdadero pueblo de Dios (Isa. 8:19, 20).
En la primera visión de Elena White, Dios estableció claramente el surgimiento, el curso y el destino de este movimiento. Si no se comprende la verdad del Santuario celestial tampoco puede comprenderse plenamente el plan de salvación.
CUIDADO CON LAS DISTRACCIONES
Ciertas distracciones y peligros pueden socavar nuestra identidad, propósito y misión como remanente.
Dejar de presentar la verdad. El evangelio eterno era el plan de salvación presentado a Adán y Eva. También hay verdad presente dentro del contexto del evangelio eterno. ¿Cuál es la verdad presente para esta hora? Las verdades centradas en el Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde hoy ministra Jesús.
Enfocarse solo en la justicia social y la ayuda humanitaria sin llevar a las personas a Cristo y el mensaje pleno del evangelio. Muchas entidades seculares llevan a cabo una excelente obra social. Pero la asistencia y justicia sociales no son nuestra misión final como iglesia. Pasajes de Miqueas 6, Isaías 58 y Santiago enfatizan la ayuda que deberíamos ofrecer a los demás. Jesús mismo hizo buenas obras, pero su misión fue no solo aliviar el sufrimiento sino salvar a la raza humana. Él vivió su religión, mostrando amor y compasión dentro del contexto de su misión. Es importante ayudar a las personas en sus necesidades temporales, pero no podemos detenernos allí. Tenemos que llevar a las personas a los pies de la cruz y la totalidad del mensaje adventista.
Imitar a otras denominaciones en su liturgia, música y métodos de crecimiento. Para Israel, imitar a otros tuvo resultados catastróficos (Núm. 22-24). Algunos buscan ideas en fuentes que niegan grandes verdades bíblicas, y entonces aplican esos métodos a nuestras iglesias. ¿Qué nos motiva a adoptar el estilo de adoración y los métodos de crecimiento de las iglesias que la Biblia describe como «Babilonia»? Dios jamás sugirió que Israel adoptara los métodos o el estilo de adoración de las naciones que la rodeaban para alcanzarlas.
Enfatizar un adventismo existencial en el que el discipulado está separado de la doctrina. Si hablamos solo sobre el Maestro y sus virtudes, pero no enseñamos lo que el Maestro nos pide que enseñemos, ¿cuán buenos podemos ser como discípulos? ¿Cómo pueden los nuevos creyentes enseñar a otros las verdades que no aprendieron?
Cuando la predicación deja de ser profética, doctrinal y cristocéntrica y está basada solo en la gracia, lleva a una conformidad y satisfacción personales en las que el reavivamiento auténtico se torna imposible. Un evangelio de la gracia produce liberalismo; un evangelio de alarma produce fanatismo. No somos ni fanáticos ni liberales. Somos discípulos que reciben y aceptan la gracia de vivir comprometidos.
La responsabilidad que Dios nos ha dado
¿Captamos la responsabilidad que Dios nos ha dado en estos últimos días del gran conflicto entre Cristo y Satanás?
Escribió Elena White: «En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con esta y nada debe desviar nuestra atención de ella».3
¡Qué privilegio y responsabilidad! Sabemos cómo terminarán las cosas. Una última generación permanecerá firme y amará tanto al Señor que le obedecerá. Estarán sellados para la eternidad, establecidos en toda la verdad bíblica para que no puedan ser movidos. Esa generación participará de cosas maravillosas: la lluvia tardía y la compleción de la obra de Dios. La tierra se verá iluminada con la gloria de Dios (Apoc. 18:1).
Mi oración es que esta sea la última generación. Maranatha.
1 Elena White, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Asoc. Publicadora Interamericana, 1998), t. 7, p. 135.
2 Elena White, El gran conflicto (Doral, Fl.: Asoc. Publicadora Interamericana, 2007), p. 479.
3 Elena White, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Asoc. Publicadora Interamericana, 1998), t. 9, p. 17. Robert Costa es secretario ministerial asociado y coordinador mundial de evangelismo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
En este momento de crisis global es importante que tengamos una comprensión clara de nuestra identidad y propósito. Este artículo es para un momento como el que vivimos. Es un resumen del boletín ExecutiveCommittee.adventist.org/newsletter/. —Ted N. C. Wilson, presidente de la Asociación General