En la iglesia es fundamental que los nuevos se sientan como en casa
La repentina lluvia inglesa era tan espesa que no podía ver mi camino por un pueblo desconocido. Finalmente llegué empapada y embarrada, a un pequeño hospedaje, mientras luchaba por no derramar lágrimas de agotamiento y frustración.
La puerta se abrió. Me recibió el anfitrión con una sonrisa, limpió la maleta y me llevó hasta mi habitación.
«No se preocupe, señorita. Aquí estamos para recibir a todo el que pasa por la puerta, no importa cuán sucio esté». Fue una de las mejores bienvenidas que tuve alguna vez.
Entonces, me pregunté: ¿Qué pasaría si todos recibieran una bienvenida tan cálida como esa en las iglesias cada semana?
DEL CORAZÓN DE DIOS
Toda bienvenida auténtica comienza en el corazón de amor de Dios. Cuando nos enfocamos en el amor increíble de Dios por nosotros, y en su aceptación gratuita, sin importar nuestra condición, nuestros corazones se tornan más abiertos para aceptar a otros.
Jesús aceptó con calidez a esas personas con vidas imperfectas. Mencionemos el caso de Zaqueo, la mujer sorprendida en adulterio, la mujer junto al pozo de Jacob, los leprosos y muchos niños ruidosos y sucios. Pablo pide que reflexionemos en cómo nos ha aceptado Jesús para que podamos comprender verdaderamente lo que significa aceptar a otros (Rom. 15:7). Nos dice que tratemos a todos de igual manera y con el mayor respeto, sin fijarnos en su edad, sexo, etnia, estatus o vestimenta (Rom. 12:10, 16).
DERRIBEMOS BARRERAS
La mayoría de nosotros tiene barreras en la vida: actitudes y temores que nos impiden recibir a otros de corazón. Yo soy introvertida, y puede resultarme muy difícil saludar a personas nuevas. Por ello tengo que tomar la decisión consciente de adelantarme a saludar a los extraños.
¿Cuáles son sus barreras, y qué tiene que hacer usted al respecto? Lea el Salmo 103 y enumere todas las maneras en que Dios lo recibe con amor. Permita que su amor transforme su manera de pensar en otros, para que pueda dar una cálida bienvenida a otra persona, así como lo hizo Jesús.
¿QUÉ PUEDO HACER PARA QUE SU VISITA SEA ESPECIAL?
Piense en un momento en el que se sintió bienvenido de manera especial. Comparta sus ideas con otras personas de su iglesia, y explore cómo podrían dar la mejor bienvenida posible. Imagine cómo daría Jesús la bienvenida a la gente si él fuera uno de los encargados.
Después de saludar a las visitas, personalice su bienvenida: «¿Qué puedo hacer para que estas visitas tengan una experiencia que les resulte cómoda y especial?» Quizá les gustaría sentarse disimuladamente en la parte de atrás, o por el contrario, que alguien durante el culto se siente a su lado. Escuche cuáles son sus necesidades y trate de satisfacerlas de la mejor manera posible. Cuando alguien llega en medio de temperaturas glaciales, reconforta recibir una bebida caliente. Si ha caminado mucho tiempo hasta la iglesia en medio del calor, es refrescante recibir un vaso de agua fresca. No todas las visitas han desayunado. Tener a mano frutas o una bandeja de bocadillos saludables muestra que nos interesamos en sus necesidades físicas además de las espirituales.
EXPLIQUE EL CULTO
Explique y mencione los cultos semanales. Los que dirigen siempre deberían informar cuándo corresponde pararse, sentarse o arrodillarse. También deberían explicar claramente qué hacer durante el lavado de los pies y la comunión de la Santa Cena. Ciertas partes del culto pueden resultar sumamente incómodas para las visitas cuando notan que todos los demás, menos ellos, saben exactamente qué hacer.
RECIBA TAMBIÉN A LOS NIÑOS
Dé la bienvenida a los niños que están de visita con la misma calidez que les demostró Cristo. Tenga algo adaptado para los niños en cada culto, de manera que se sientan involucrados. Cuando se gane el corazón de los niños, se habrá ganado también el de sus padres. Los niños no están preparados para sentarse tranquilos y sin moverse durante largos períodos, y hacerlo puede resultarles estresante. Espérelos con bolsas con libros o juguetes que puedan usar durante el culto.
LA PRUEBA MÁS IMPORTANTE
Tengo un amigo que tiene dos simples objetivos para cada persona que pasa por la puerta de su iglesia: para cuando se van del edificio, necesitan experimentar que Dios los ama incondicionalmente y que al menos una persona de la iglesia también los ama. Amar a Dios y a otros son los dos principios claves de la congregación. Su iglesia florece y crece gracias a personas que se sienten amadas y bienvenidas.
La cálida bienvenida del amor de Dios resulta irresistible. Permita que su amor fluya por su medio hasta los corazones de los que se cruzan en su camino, en la iglesia y en la vida diaria. Haga posible que los que lleguen por primera vez sientan deseos de regresar y experimentar nuevamente ese maravilloso amor, semana tras semana.
Karen Holford es directora de Ministerios de familia de la División Transeuropea. Dado que es introvertida, le gusta una bienvenida tranquila, sin mucho alboroto o atención.