¿Puedo contarle una historia?
«Habíamos estado casados por dos años, separados durante uno de los dos, frustrados con nosotros mismos y con la vida. No queríamos divorciarnos. Por ello, le pedimos a Dios que nos diera otras opciones. Su solución fue un cambio completo de carrera. Decidimos seguir su conducción y volvernos fotógrafos de la vida silvestre. Eso sucedió en 1975».
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Tom y Pat Leeson son bien conocidos en oficinas editoriales y departamentos de arte en diversas partes del mundo. Son el equipo de preferencia para fotografías de la vida silvestre en ambientes naturales. Acaso no sean los mejores para las tomas perfectas de trofeos de caza, pero si usted quiere ver a un lince al cazar a una liebre, una nutria alimentando a sus crías, o una osa enseñando a sus oseznos dónde hallar bayas, llame a los Leeson. Ellos tienen la imagen que usted busca.
«Decidimos que íbamos a necesitar la ayuda de Dios y nos comprometimos a hacerlo un socio pleno de nuestra empresa. En los primeros años, la mayoría de nuestras oraciones eran de desesperación por nuestras necesidades, sufrimientos, falta de ingresos, temores y fracasos. Poco a poco, esas oraciones se convirtieron en la voz de nuestras esperanzas y sueños».
Tom provenía de una familia que cazaba y pescaba, y comprendía a los animales. Pero ni Tom ni Pat sabían mucho de fotografía. Iniciaron su capacitación en una cabaña sin aislación a 2400 metros de elevación en las montañas Rocallosas al norte de los Estados Unidos. El pueblo era Cooke City, y el alquiler de la cabaña era de veinticinco dólares por mes. El Parque Nacional Yellowstone estaba a tan solo veinte minutos.
«Íbamos al parque casi todos los días, para paracticar nuestras habilidades fotográficas con los ciervos, alces, coyotes y todo lo que se cruzara en nuestro camino. Durante el primer invierno, las temperaturas descendieron a cuarenta grados bajo cero y nuestra cabaña quedó bajo tres metros de nieve. Estábamos solos, sin nadie a quien recurrir, con excepción de Dios. Él nos dio oportunidades ilimitadas de aprender a trabajar en equipo».
Dios les dio algunos pequeños regalos: oportunidades de trabajo que consiguieron a pesar de su inexperiencia. El periódico de Cooke City les pagaba cinco dólares por fotografía. Además, el Equipo Nacional de Esquí Nórdico llegó a practicar en la zona, y las fotografías de los Leeson fueron publicadas en periódicos de diversas partes del país.
«Durante los primeros diez años aprendimos mucho sobre lo que Dios no hace en respuesta a nuestras oraciones. No cambiaba el clima, ni siquiera cuando se lo rogábamos. En un viaje a las Rocallosas Canadienses, teníamos la fotografía perfecta pero con un cielo gris y nublado. Oramos pidiendo cielo azul y nubes blancas. No hubo ningún cambio, hasta que el sábado amaneció con un hermoso cielo azul. Dado que habíamos acordado con Dios no tomar fotografías en sábado, procuramos disfrutar del día con él, refunfuñando un poco por lo bajo».
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Los fotógrafos dependen de la luz, por lo que pueden imaginar cuántas oraciones salieron de muy cerca de las cámaras de Tom y Pat. Oraciones rogándole a Dios que «pusiera un doble arco iris», o que «hiciera que el ciervo saliera de las sombras y levantara la cabeza». Sería bueno y muy útil si Dios respondiera los deseos y las esperanzas de los fotógrafos de esa manera. Pero los Leeson aprendieron que Dios no suele mover las nubes o los animales para que la fotografía sea «perfecta».
«Aprendimos que Dios puede bendecir nuestras fotografías, aunque no sean las imágenes de primera que anhelábamos. Aún se venden bien, y acaso esa es una manera en la que responde nuestras oraciones».
Una lección que Tom y Pat han aprendido y reaprendido con los años es que la fotografía de vida silvestre no es un camino sin obstáculos hacia la riqueza personal. Han conducido viejas furgonetas y casas rodantes, pero jamás tuvieron un desperfecto serio en una ubicación remota; han alquilado cabañas semiabandonadas donde se colaba el viento; han vivido durante semanas en tiendas alejadas de cualquier pueblo o aldea, pasándola en general muy duro, en búsqueda de fotografías que la revista National Geographic querría comprar.
«A menudo hemos deseado que Dios dirigiera nuestra toma de decisiones con un cartel luminoso. Nos gustaría que él exclamara: “¡Vayan a Alaska a fotografiar osos!”, pero no lo hace así. En su lugar, nos ha permitido enumerar los puntos a favor y en contra y tomar las mejores decisiones posibles usando la mejor información disponible. Al mirar hacia atrás, vemos que Dios nos estuvo guiando todo el tiempo».
Como eran muy pobres como para viajar a África o la India a fotografiar exóticos animales de caza, los Leeson pasaron sus primeros años en el estado de Washington, en los extremos del Parque Nacional Olympic. Al vivir allí todo el año, lograron recolectar una cartera de fotografías de gran valor comercial que mostraba los ciclos de las cabras monteses, los ciervos de cola negra, los urogallos, las marmotas, las ochotonas y decenas de otros mamíferos y aves. Sus premiados libros sobre las águilas, las nutrias marinas y otros animales muestran por qué son respetados por ese estilo de trabajo profundo.
«Muchas de nuestras oraciones habían sido egoístas, enfocándose en nuestras urgencias inmediatas. Dios nos ha escuchado, pero siempre ha respondido de maneras que nos impulsaron hacia los objetivos que él tenía a largo plazo para nuestra vida. Ha trabajado mucho para mantenernos concentrados en el panorama general. Muchas veces, hemos recordado nuestras primeras oraciones allá en Cooke City y nos hemos dado cuenta de que Dios ha usado esa actividad para que crezcamos en él. Nos ha estado enseñando disciplina, perdón, gracia y la certeza de que podemos confiar siempre en él. Está usando nuestra empresa para alcanzar a otros».
Tom y Pat continúan en su safari fotográfico de toda la vida con Dios. Algunas semanas toman fotografías para la National Geographic. Otras veces, sus cámaras trabajan en un libro para los Refugios Nacionales de Vida Silvestre. A menudo se sientan en escondites fotográficos en la ribera de un río, esperando que un águila calva levante un salmón del caudal de agua.
«Hemos tenido nuestros quince minutos de fama, y hemos experimentado la compañía de Dios. Sin embargo, el verdadero milagro es que hemos sobrevivido como un matrimonio que aún sigue aprendiendo a someterse a la conducción divina en esta increíble sociedad con él».