La visión de la misión divina existe para todos
La palabra «misión» puede parecer un tanto ambigua. Después de todo, es usada de muchas maneras diferentes para describir diversas actividades. ¿En qué piensa usted cuando escucha esta palabra? ¿Una misión a
Marte, una misión diplomática, una misión militar, o algo que los misioneros
llevan a cabo en tierras extranjeras? Cuando pienso en la misión, pienso en la
misión de amor de Dios hacia todos los que viven en este mundo y en aquellos
que asumen ese propósito especial como propio.
El pequeño grupo de chasqueados y desperdigados creyentes adventistas de la década de 1850 no podría haberse transformado en una iglesia mundial sin abrazar la misión de amor de Dios y permitir que su visión los atrajera hacia la acción de alcanzar a otros con el evangelio. La unidad que se encuentra en la visión y acción misioneras aún mantiene unida a la Iglesia Adventista a pesar de las diferencias de idiomas, culturas, etnias y nacionalidades, porque el cristianismo nació de manera multicultural y multilingüística (Hech. 2:7-11). Así como Hechos 2 registra que las personas escucharon el mensaje en unos quince idiomas, así también la Iglesia Adventista actual se encuentra activa en decenas de idiomas y está presente en la mayoría de las 195 naciones actuales. En el presente la Asociación General ha enviado misioneros de 70 países que se dedican tiempo completo y que trabajan en 85 países del mundo. Asimismo, muchas Divisiones mundiales envían misioneros interculturales dentro de sus territorios, añadiendo ministerios de apoyo a la fuerza laboral. La misión adventista es de todas partes hacia todas partes.
A pesar de ello, tenemos mucho que hacer para llevar las buenas nuevas del pronto regreso de Cristo a todos los habitantes de este planeta. Alrededor del 75 por ciento de los adventistas vive en América (a lo largo de los dos hemisferios) y la África subsahariana, mientras que el 75 por ciento de la población mundial vive en Oriente Medio y Norte de África, Europa y Asia, donde paradójicamente hay menos del 25 por ciento de los adventistas.¹
Las últimas palabras de Jesús sobre la tierra instruyeron a sus seguidores para que sean sus testigos «en Jerusalén [ante nuestra propia gente], entoda Judea, en Samaria [en lugares cercanos] y hasta lo último de la tierra [en lugares distantes]». Ese mandato misionero aún sigue en efecto para cada uno de nosotros. La misión comienza en nuestro hogar, con nuestra familia, vecinos y, a menudo, dentro de nuestro grupo lingüístico. Pero las últimas palabras de Jesús nos recuerdan que no podemos detenernos allí. También tenemos la responsabilidad de ser sus testigos en cada cultura e idioma, «hasta lo último de la tierra».
En el presente, el movimiento masivo de personas en las naciones y continentes ha traído la misión intercultural hasta nuestra misma puerta. En muchos países del mundo son muy comunes los restaurantes y vecindarios étnicos, a menudo con grupos crecientes de refugiados e inmigrantes que también necesitan escuchar le mensaje de Dios para el tiempo del fin. A menudo, esos grupos pasan desapercibidos y han sido olvidados, o se los considera «demasiado difíciles» de alcanzar. A pesar de ello, tenemos que cumplir la visión de la misión de Dios de llevar a personas de todas partes hacia una relación con él. Necesitamos hallar maneras de compartir el amor divino con cada una de ellas. Tenemos que estar dispuestos a abrazar nuestra diversidad, usando cada don y talento, procurando nuevas ideas y nuevos métodos, y emprendiendo acciones unidas.
A menudo, las partes del mundo donde la iglesia no ha crecido con rapidez poseen culturas y religiones que son muy diferentes de las que predominan en las partes del mundo donde la iglesia es sólida. Ganar seguidores de Cristo que pertenecen a otra religión mundial
requiere una profunda comprensión de su cultura y cosmovisión particulares. Eso significa por lo general trabajar de manera muy diferente a la que estamos acostumbrados cuando compartimos nuestra fe con un cristiano de
otra denominación. Se necesitan también diferentes maneras de testificar en los lugares donde el secularismo ha creado un desinterés en la religión. No podemos esperar resultados a menos que el evangelio nos haya realmente transformado, e invirtamos sinceramente de nuestro tiempo
y esfuerzo en la vida de aquellos a quienes queremos alcanzar. En la misión, así como en muchas áreas de la vida, ver es creer. Por ello, compartir el evangelio es algo que tenemos que llevar a cabo con sensibilidad, creatividad e integridad, porque «un cristiano amante y amable es el argumento más poderoso en favor de la verdad».²
Sumarse a la misión de Dios tiene poder de unir a su iglesia más allá de divisiones culturales, lingüísticas y étnicas, para testificar a las personas de todo trasfondo, nacionalidad y religión. Cuando experimentemos la misión del amor de Dios en nuestra vida, vamos a querer compartir su amor con todos aquellos que se cruzan en nuestro camino. No importa quiénes seamos, o cuáles sean nuestras circunstancias, Dios tiene una misión para cada uno de nosotros, y no es una misión para nada ambigua.
¹ Gordon Doss, Introduction to Adventist Mission (2018), p. 280. www.amazon.com/s?k=Introduction+to+Adventist+Mission&re- f=nb_sb_noss_2
² Elena White, 12LtMs. (1897), Lt 11, pár. 30. (la cursiva es mía).